Carretera arriba desde San Cristóbal    de las Casas, casi dos horas de andar nos separan de nuestro    destino. Al llegar, un cartel de tela pende que sobre la ruta    adelantito de la Columna de la Infamia anuncia “13 años    guardando memoria y esperanza”. La convocatoria a estos 3 días    de actividades por la conmemoración de este nuevo aniversario    también nos recuerda que en la cosmovisión maya el 13 significa    la unión del cielo con la tierra. Son 13 los niveles para subir    al cielo. Y con 13 velas oran los ancianos.
Pero, ¿por qué estamos aquí?
La tierra sagrada de Acteal fue declarada en diciembre de 2009 sitio de Conciencia de la humanidad, para inspiración de todos y todas quienes luchan por la justicia.
Para este pueblo y para todos y todas quienes nos solidarizamos con él, el 13 representa además los años de impunidad de la masacre. Representan nuestra memoria viva.
Un 20 de diciembre pero hace 13 años    atrás, la comunidad comenzaba un ayuno que pedía por la    restitución de la paz y el fin del hostigamiento de los    paramilitares. Dos días después ocurre la masacre en la que 45    mujeres, hombres y niños y 4 no natos pierden la vida en mano de    esas mismas armas paramilitares. Desde entonces, en este lugar    sagrado se ofrece la sangre derramada. Como cada año, el    encuentro es contra el olvido, por la Justicia y la Verdad.
Celebración y recordatorio por los mártires de Acteal en la comunidad donde sucedieron los hechos.
Nos une un motivo: que este crimen no quede impune. También una esperanza.
La actividad inaugural de este    encuentro fue un Festival que celebra y visibiliza que los pueblos    organizados no buscan “desestabilizar al gobierno” como gustan    decir los medios de comunicación masivos, sino reescribir su    propia historia de una manera creativa. Esa historia que fueron    obligados a callar durante siglos.     
Durante el primer día aprovechamos el tiempo de espera para compartir, conocernos, reencontrarnos. El recorrido del sol hacia el atardecer es acompañado por la llegada ininterrumpida de gente. Poco a poco los alrededores se llenan de color y aromas que vienen de esa naturaleza tan elocuente en estas latitudes. Al caer la tarde sobre el auditorio, se inician el festival. Con su Canto de Bienvenida en tzotzil y español nos recibe el Coro de Acteal junto al grupo de rock tzotzil Sak Tzevul.
Las actividades a los largo de estos    tres días quisieron (re)crear en cada uno de nosotros una forma    de vida que está en nuestro conocimiento, en nuestros corazones.     
Casi inadvertidos atravesamos momentos donde fluyen sentimientos de hermandad, de verdadera unión en armonía y una paz que nos regalan sus sonrisas que también reflejan el dolor. Un dolor con la fuerza que refleja la entereza de su lucha. “Nos tenemos que pedir permiso a nadie para vivir libres en nuestro propio territorio”.
Los aplausos constantes manifiestan la alegría de quienes escuchamos, pero también nuestro compromiso.
La festividad del primer día fue    seguida por el Encuentro Tejiendo Resistencias y Autonomías    frente a la Contrainsurgencia y la Dependencia. Acompañaron    otros pueblos organizados de Chiapas y compañeros y compañeras    de Atenco, entre más. Y es que en Acteal se vive lo que en otros    sitios muchas veces se sueña: compartir experiencias para sentir    que no estamos solos, que entrelazamos y construimos juntos la    autonomía de nuestros pueblos.
Al final de las jornadas, un nuevo 22 de diciembre convocó a personas de la comunidad y de muchas otras partes de México y del mundo para concluir la conmemoración del 13 aniversario de la masacre. Somos parte de la memoria de un pueblo que no olvida y que sin embargo no guarda rencor. Un pueblo que rompió sus cadenas con imaginación, justito ahí donde “no podrán controlar nuestra conciencia”.
Un pueblo que, como nos cantaron los jóvenes de Bachén, sabe que con sólo rezar no alcanza y se levanta cada día, ¡a caminar el camino que desean vivir!
 



